Los americanos no solo están en vísperas de conocer quién será su próximo presidente, sino de decidir qué modelo de país eligen. Están frente a dos caminos distintos: uno, el del socialismo que el Partido Demócrata ha decidido abrazar como su plataforma partidaria; y el otro, representado por el Partido Republicano, que sostiene la Constitución legada por los Padres Fundadores.
Como país líder del mundo libre y siendo la república más antigua de nuestra era, Estados Unidos cuenta con una estructura institucional sólida que le otorga margen para cometer errores, pecar de buena fe y otorgar el voto a personajes que juran defender la Constitución para hacer exactamente lo contrario. Tal ha sido el caso de Carter, Obama, Joe Biden, Franklin D. Roosevelt, Woodrow Wilson, por nombrar los más sobresalientes. Todos, Demócratas.
El problema con estas “licencias” es que los cambios, no siempre graduales, van estableciendo nuevos esquemas para quebrantar las bases éticas fundacionales, generando desconfianza en el sistema, corrompiendo los lazos sociales, debilitando el espíritu patriótico y relativizando el significado y el valor de la libertad.
Los Demócratas no esconden que consideran la Constitución un documento desactualizado y que las ideas de los Padres Fundadores están invalidadas por la modernidad. Tampoco ocultan que desean expandir la Corte Suprema de Justicia para lograr un número de jueces que favorezca la agenda socialista que desean imponer, que les incomoda el Colegio Electoral y que buscan de todas las formas posibles eliminarlo para otorgar a California el poder de decidir las elecciones de todo el país.
Son ellos, los Demócratas, quienes, ante la imposibilidad —por ahora— de implementar esta agenda, han decidido corromper lo establecido.
No pueden eliminar el Colegio Electoral, entonces sostienen que votar sin presentar identificación, por correo sin ningún tipo de control de validación, y que estos votos puedan ser depositados en las urnas o buzones por cualquier “voluntario” de manera masiva (harvesting) constituye un sistema electoral ideal y transparente, que no debe ser cuestionado. Mientras los favorezca a ellos.
Como aún no han podido anular la Constitución, han decidido manipularla a través de jueces y fiscales distritales financiados por la Fundación Open Society de George Soros, quienes luego fallarán y perseguirán a quienes molesten los planes del socialismo Demócrata. Por eso, en pleno 2024, vemos que la Corte Suprema debe ocuparse de temas como aclarar que ciudadanos ilegales no pueden estar en los padrones ni votar. ¿Se comprende realmente la magnitud de que el país de Jefferson, Madison y Franklin —quienes dieron forma a las instituciones que lograron la mayor cantidad de personas libres y prósperas en toda la historia de la humanidad— hoy deba recurrir a la Corte Suprema para aclarar lo obvio? ¿Para confirmar que una persona que no está habilitada para votar porque entró al país ilegalmente, y que no es ciudadano de este país, no puede figurar en padrones electorales ni emitir su voto?
Si esto fuera un caso aislado, no pasaría de ser una excepción. El problema es que estas irregularidades, provocadas por jueces que promueven una agenda definida no por la Constitución y las leyes del país, sino por sus patrocinadores socialistas, se están tornando casi sistemáticas.
Además de esto, encontramos los vínculos del Partido Demócrata con el Partido Comunista Chino, la iniciativa de dejar las fronteras abiertas al crimen organizado, la defensa de grupos filo-terroristas como Antifa, el apoyo a las turbas que derriban estatuas e intentan reescribir la historia, la campaña encarnizada contra las fuerzas de seguridad, la constante manipulación para dividir a la sociedad, y el apoyo a la implementación de un sistema educativo basado en la teoría crítica de la raza, donde los niños son expuestos a falsedades históricas y a divisiones raciales inaceptables.
Nada de esto se limitó solo a un plan, sino que fue llevado a la acción. Kamala Harris, junto a Joe Biden, con Barack Obama en las sombras, han promovido incansablemente esta agenda antiamericana.
Aunque parezca excesivo, las acciones de la administración Demócrata no se limitan a reescribir la historia e inundar el país de criminales y fentanilo. También han realizado todos los esfuerzos posibles por desestabilizar el mundo.
Al asumir, la dupla Biden-Harris limitó la producción de petróleo en EE.UU., mientras daba luz verde a Putin para que abasteciera a Alemania con su energía mediante la apertura de su gasoducto. Mientras esto ocurría, el presidente ucraniano solicitaba a EE.UU. el envío de armas, como en la era Trump, para disuadir un ataque ruso, solicitud que fue rechazada en varias ocasiones, bajo la condición de que recibirían armas solo si Rusia atacaba.
En consecuencia, tenemos nuevamente una guerra en Europa en la que colaboran otros países como China, Irán y Corea del Norte. ¿Acaso no se suponía que la Tercera Guerra Mundial comenzaría bajo Trump? Esto decían quienes hoy nos han llevado al borde de una nueva Gran Guerra.
En Afganistán, abandonaron a sus propios soldados, a los aliados afganos e incluso a los perros que sirvieron en las fuerzas militares. Dejaron miles de millones de dólares en armas a los talibanes y entregaron 20 años de lucha y vidas a las fuerzas más sádicas del terrorismo islámico. Cuando se consultó a Biden sobre la masacre provocada por su decisión como Comandante en Jefe en la retirada de Afganistán, respondió: “no se han cometido errores.”
Israel fue atacado salvajemente días después de que el Secretario de Estado Blinken publicara una nota donde afirmaba que el mundo estaba en paz y sin frentes de conflictos mayores. Frente al brutal ataque y los secuestros de personas inocentes, Biden y Harris pedían esfuerzos de paz a los israelíes.
En cuanto a China y el famoso globo que voló sobre todo el territorio estadounidense, específicamente cerca de bases militares, y que solo fue noticia porque ciudadanos comunes advirtieron su presencia, la administración Biden insistió en que no había de qué preocuparse; que se trataba de un globo para obtener información climática. Por supuesto, esto fue falso y luego se comprobó que era un globo espía. Sin embargo, mientras la mentira recorría los medios, esto dio tiempo a la tiranía comunista china para completar su tarea de espionaje a plena vista de todo el mundo.
Pero como un globo espía no es suficiente, Biden y Harris aprobaron las licencias a Huawei para operar en zonas rurales donde los chinos están comprando tierras, también en áreas estratégicas cercanas a bases militares. Esto, para quien no comprenda la magnitud del problema, les permite acceder a datos que pueden ser cruciales para la seguridad nacional.
En cuanto a la economía, el gobierno de Biden alcanzó una inflación del 10%, y los salarios reales retrocedieron un 5%. Aunque hoy la inflación ha disminuido a un 2,4%, el acumulado de precios es del 20%. Esto afecta a las familias más vulnerables, y lo que siempre fue impensado: en el Estados Unidos de Biden y Harris, abastecerse en el supermercado se ha vuelto una carga considerable para el ciudadano medio. Energía, alimentos y vivienda, solo accesible con holgura para muy pocos.
Muchos dicen que Harris no es Biden. Su agenda es distinta. Sin embargo, por sus acciones, su historial y sus pocas expresiones comprensibles, podemos intuir que, de ser distinta, solo se distinguiría por ser más radical.
En el programa “The View” le preguntaron a Harris si cambiaría algo de lo que se hizo durante la administración Biden, a lo que respondió: “No se me ocurre absolutamente nada.”
Desde el portal de noticias Axios, consultaron al equipo de Harris si seguía apoyando los siguientes temas que ella misma ha propuesto en el pasado:
Acciones ejecutivas para otorgar unilateralmente un camino a la ciudadanía a 2 millones de “Dreamers” — inmigrantes indocumentados que fueron traídos a EE.UU. cuando eran niños.
Eliminación de la pena de muerte a nivel federal. Harris se ha opuesto a la pena capital desde 2003.
Propuesta de leyes para que los fabricantes de automóviles solo produzcan vehículos eléctricos o de hidrógeno para 2035.
Acciones ejecutivas para proteger a más de 6 millones de inmigrantes indocumentados de la deportación mediante la ampliación de las pautas de “acción diferida”.
Despenalización de la prostitución (“No podemos criminalizar comportamientos consensuales mientras no se dañe a nadie”, dijo Harris en 2019).
Cierre de prisiones privadas con fines de lucro, las cuales calificó de “moralmente incorrectas”.
Eliminación del filibusterismo en el Senado para poder aprobar legislación multibillonaria del Green New Deal.
Prisioneros federales e inmigrantes detenidos obteniendo cirugías de cambio de género financiadas por los contribuyentes.
Compromiso indefinido de “poner fin” a la detención de inmigrantes.
Proveer reparaciones a los afroamericanos debido a la esclavitud.
Apoyo a las “ciudades santuario” que brindan seguridad y refugio a los inmigrantes indocumentados.
Restaurar los derechos de voto para todos los ex prisioneros.
Renegociar las reglas internacionales de refugiados para proporcionar protección a las personas desplazadas por el cambio climático y darles la bienvenida en EE.UU..
Instalar un enviado climático en cada embajada importante en el mundo.
Emitir protecciones nacionales para el 30% de las áreas terrestres y marítimas en EE.UU. para 2030, lo que limitaría la perforación.
La respuesta del equipo de Harris fue: “No comments”. Sin comentarios.
Frente a esto y en total oposición a la agenda socialista Demócrata, el presidente Trump propone veinte puntos que definirán su gobierno para contrarrestar el avance del socialismo y para reubicar a Estados Unidos en el plano mundial con el liderazgo que nunca debió abandonar:
Sellar la frontera y detener la invasión de migrantes.
Llevar a cabo la mayor operación de deportación en la historia de Estados Unidos.
Poner fin a la inflación y hacer que América sea asequible de nuevo.
Hacer de América el productor de energía dominante en el mundo.
Detener la subcontratación y convertir a Estados Unidos en una superpotencia manufacturera.
Realizar grandes recortes de impuestos para los trabajadores, y quitar impuestos sobre las propinas.
Defender nuestra Constitución, nuestra Declaración de Derechos y nuestras libertades fundamentales, incluyendo la libertad de expresión, la libertad de religión y el derecho a portar armas.
Prevenir la Tercera Guerra Mundial, restaurar la paz en Europa y en Medio Oriente, y construir un gran escudo de defensa antimisiles Iron Dome sobre todo nuestro país — todo hecho en América.
Poner fin a la instrumentalización del gobierno contra el pueblo estadounidense.
Detener la epidemia de delitos de migrantes, desmantelar los cárteles de drogas extranjeros, aplastar la violencia de las pandillas y encarcelar a los delincuentes violentos.
Reconstruir nuestras ciudades, incluyendo Washington D.C., haciéndolas seguras, limpias y hermosas de nuevo.
Fortalecer y modernizar nuestras fuerzas armadas, convirtiéndolas, sin duda, en las más fuertes y poderosas del mundo.
Mantener el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial.
Proteger la Seguridad Social y Medicare sin recortes, sin cambios en la edad de jubilación.
Cancelar el mandato de vehículos eléctricos y reducir regulaciones costosas y engorrosas.
Recortar la financiación federal para cualquier escuela que impulse la teoría crítica de la raza, ideología de género radical y otros contenidos raciales, sexuales o políticos inapropiados para nuestros niños.
Mantener a los hombres fuera de los deportes femeninos.
Deportar a radicales pro-Hamas y hacer que nuestros campus universitarios sean seguros y patrióticos de nuevo.
Asegurar nuestras elecciones, incluyendo votación el mismo día, identificación del votante, boletas de papel y prueba de ciudadanía.
Unir a nuestro país llevándolo a nuevos y récords niveles de éxito.
Las opciones son claras, son opuestas y ambos ya han gobernado. Tanto Harris como Trump han demostrado que la agenda que tienen para los próximos cuatro años ya ha sido implementada y avalada por ellos durante el mandato que a cada uno le delegó el pueblo americano.
Ahora, la pregunta se centra en qué camino tomarán los votantes y qué camino sellarán para los destinos de su país, sus hijos y el mundo libre. ¿Será el socialismo o será la república? ¿Será el dragón rojo o el águila calva?
Como dijera Benjamin Franklin el día de la Convención Constitucional en Filadelfia, cuando una mujer le preguntó qué tipo de gobierno habían establecido, Franklin respondió:
“Una república… si pueden sostenerla”.
Que así sea.
Artículo Original en: Espacio Republicano
Autora: Virginia Tuckey
LA AUTORA es analista político, especializada en la política de Estados Unidos y el Reino Unido.
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